martes, 21 de abril de 2009

¿Ante quién se inclinaba Obama en Londres? ¿Ante el pragmatismo geopolítico o la fe y la religión?

Fuente: Diario de America
Escribe: Por Rafael Bardají

Es imposible saberlo porque el propio Barack Hussein Obama se niega a esclarecerlo. Pero sería muy importante tenerlo claro, porque las consecuencias para los Estados Unidos, el mundo árabe, Israel y el resto del mundo dependen de ello.

La Casa Blanca lo ha negado, pero cualquiera que lo desee lo puede ver y comprobar una y otra vez en Youtube: cuando se cruzan en uno de las antesalas de la reunión del G-20 en Londres, el apenas estrenado presidente norteamericano Barack H. Obama toma de la mano al rey saudí Abdulá bin Azdulaziz al mismo tiempo que inclina su cabeza y hace una genuflexión. Los asesores de Obama, asustados por la reacción de parte de la opinión pública americana (conservadora en su mayoría) intentan diluir el gesto, asegurando que se produjo al ser Obama más alto que el mandatario de Arabia Saudí. Pero esa es una verdad más que interesada: a la Reina de Inglaterra en lugar de una genuflexión los Obama le pasaron el brazo por la espalda en un gesto que la pobre Isabel II nunca antes había conocido. Por tanto que quede claro: Barack Obama hizo una genuflexión ante Abdulaziz. Guste ahora o no.

Este gesto no tiene precedentes protocolarios en los Estados Unidos, cuyos lideres nunca han reconocido en los monarcas del mundo un poder superior. Se les respeta como a cualquier otro dignatario, pero nada más. Los presidentes americanos no tienen por qué inclinarse ante ningún igual, se ha justificado durante siglos. Y equivocados o no, esa interpretación ha prevalecido siempre en sus relaciones exteriores. Desde Roosevelt a Bush, todos los presidentes se han limitado a un apretón de manos con sus contrapartes árabes, incluidos los varios reyes de la casa Saud.

Por tanto, si no fue un gesto motivado por las normas del protocolo, ¿a qué responde? La prensa árabe nos da una posible explicación: Obama reconoce al monarca saudí como el líder espiritual, custodio de los santos lugares Medina y Meca y, en consecuencia, el valor del Islam. Hay que recordar aquí que el padre de Obama fue musulmán y que para una interpretación rigorista del Corán, una vez parte del Islam, siempre parte del Islam. Convirtiéndose al catolicismo, la familia de Obama estaría cometiendo el peor de los crímenes imaginables, la apostasía, castigada con la muerte. Inclinándose ante el rey saudí, muchos en el mundo árabe quieren ver la parte de buen musulmán que le corresponde a Obama por sangre y tradición.

Aunque todavía más del 10% de americano creen que Obama es en verdad musulmán, aunque lo haya ocultado en sus dos largos años de campaña electoral, puede que sea otra la explicación del gesto del presidente de los Estados Unidos, tal vez menos espontáneo y más prisioneros de los gestos y señales políticas. Obama y sus principales asesores están convencidos de que Estados Unidos ha empeorado su imagen en el mundo árabe y musulmán a causa de la agresividad y la retórica de confrontación empleada por George W. Bush tras el 11-S. Y se creen obligados a intentar caer mejor gracias a una panoplia de señales que subrayen un profundo respeto al Islam, una actitud más humilde frente a las diferencias culturales, y una mayor aceptación de las diferencias políticas. Obama de verdad cree que los Estados Unidos son una nación como otra cualquiera, sin una misión singular en la Tierra, y su genuflexión ante Abdulaziz podría querer representar esa igualdad a la vez que mostrar un renovado respeto por lo musulmán.

Esto, desde luego, se encuadraría perfectamente, con las continuas referencias a la voluntad de la Administración Obama a la voluntad de diálogo con todos el mundo, amigos y enemigos, de sentarse a negociar con sus rechonchillos adversarios e intentar encontrar un acuerdo a través de la negociación, así como los llamamientos a la concordia entre las civilizaciones y las religiones. Como hizo en su discurso en Turquía.

No obstante hay otras personas que piensan que todo son gestos a la galería, proveniente de un personaje esencialmente pragmático que lo que busca, llana y simplemente, es contentar a cada interlocutor con el que se encuentra. Obama, tal y como lo ha caracterizado recientemente uno de sus defensores, seria un presidente que ha borrado de su vocabulario las palabras Si y No. Que eso sea algo positivo está por ver y o me temo que de positivo nada, pues una de las funciones de cualquier líder que se precie es la de saber dosificar siés y noes con razón. Si Obama e verdad cree que por sacar su cara amable mientras está entre musulmanes va a acabar con las tensiones entre América y el mundo musulmán, o entre Occidente y el islamismo, se equivoca de todas a todas.

Ciertamente el rey Abdulá bin Abdulaziz es una figura relevante y si se estira mucho, incluso interesante y digna de respeto. No sólo ha sobrevivido todas las intrigas palaciegas y familiares durante años, sino que se ha mostrado más que cooperativo, por ejemplo, en la lucha contra Al Qaeda. Claro que le va su propia supervivencia, personal y como régimen dinástico, en ello. Si hay ago que odian especialmente los seguidores de la jihad es el régimen de la Casa Saud, en quien sólo encuentran corrupción y servilismo frente al Gran Satán, América. Es más, hasta se podría argumentar que Abdulaziz, intentando ajustar a Arabia con los tiempos, representa lo más moderado y aperturista de su elite nacional. Al fin y al cabo, ha patrocinado el dialogo interreligioso. Tal vez por eso nuestro monarca le condecorase con la máxima distinción que España podría otorgarle, el Toisón de Oro.

Pero eso no sería más que una pequeña parte de la realidad. Por muy moderado y dialogante que se quiera presentar, Abdulaziz es el exponente máximo de un régimen político, un orden religioso y un sistema social que es el que es. Algo que no deberíamos olvidar. Normalmente se cita la falta de derechos de las mujeres (una mujer no puede salir sola de casa salvo que asuma el riesgo de ser detenida, acusada y sentenciada a ser azotada) o la falta de libertad religiosa excepto la práctica del Islam ( debe ser más fácil dialogar entre religiones cuando se hace fuera de las fronteras saudíes y se respeta la libertad de expresión y culto). Pero hay otros hechos igualmente execrables, como el vivido esta misma semana: el matrimonio forzoso entre una niña de ocho años y un varón de 40, perfectamente legal en aquel reino. Y no vale pensar que será una unión pura, pues nada frenará legalmente o culturalmente que se consume. En nuestro país y en todo el mundo civilizado esto no sería sino una violación, moralmente reprobable y jurídicamente punible. Pero en el reino al que Obama quiere rendir pleitesía, no. Así de claro y brutal.

Muchos presidentes norteamericanos, incluido Bush, han preferido hacer la vista gorda frente a los abusos de los derechos y la dignidad de la persona que se sufren en Arabia Saudí. Aunque Bush esbozó una política de cambios y apertura, los agudos problemas en Irak, hicieron descarrilar sus buenos deseos y el mal llamado realismo acabó imperando: si los saudíes cooperaban contra Al Qaeda, convenía respetarles; si Arabia es la gran gasolinera del mundo, mejor no enojarles. America ha padecido –y a tenor de lo visto sigue padeciendo- una malsana adicción a Arabia Saudí.

Con todo, ¿ante quién se inclinaba Obama en Londres? ¿Ante el pragmatismo geopolítico o la fe y la religión? Es imposible saberlo porque el propio Barack Hussein Obama se niega a esclarecerlo. Pero sería muy importante tenerlo claro, porque las consecuencias para los Estados Unidos, el mundo árabe, Israel y el resto del mundo dependen de ello. Los gestos tienen consecuencias en política. Los buenos gestos suelen producir buenas consecuencias. Los malos, pésimos resultados.
© 2009 Secosice, A. C.
All right reserved. Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin previa autorización