viernes, 17 de abril de 2009

Oran y Evangelizan a la mujer que padecio el primer caso de dengue en Argentina.

Rosario, Argentina.- (SECOSICE) Para llegar al cuarto 208 del Hospital Carrasco, donde desde el miércoles pasado está internada Marta T., de 49 años, la mujer que padeció el primer caso de dengue autóctono en el Gran Rosario, hay que atravesar el jardín e ingresar a la sala II, hacia la izquierda.

Después caminar hasta el final del pabellón con las habitaciones numeradas a partir del 200 y traspasar una doble puerta vaivén. En la entrada hay un cartel donde se leen las prevenciones de la enfermedad. Antes de ingresar a la habitación hay que lavarse las manos y colocarse una bata. Está en la única cama y detrás de un tul. Menuda, rubia y aún en recuperación, no quiere fotos de cerca pero se dispone a un breve diálogo con LaCapital. “Ahora estoy bien, almorcé muy rico y me atienden de diez. Pero la pasé muy mal, me sentí morir”, confiesa.

Acaban de retirarle el suero. Sobre la mesita de luz tiene una gaseosa, galletitas y una radio portátil desde donde escuchó el revuelo que ocasionó su enfermedad. Se ríe y señala que “algunos comentarios de los que se relatan no coinciden” con la realidad. Cuando llega este diario está acompañada por su amiga Noemí Herrera, quien viste la rigurosa bata de protección y a veces habla por ella. “Ahora se la ve bien, pero tuvo mucha fiebre la pobre, y el viernes se la vio muy mal”, comenta.

Ambas son vendedoras de ollas a domicilio y a pesar del “mal momento” que dicen haber vivido estos días, se dan espacio para las bromas. “Viste… vos querías ser primera en ventas. Eso no se dio, pero ahora sos la primera con dengue en la zona”, dice Noemí. Ambas sonríen y Marta agrega: “Ojalá me regalen un cero kilómetro por tan importante título”.

Marta es chaqueña, pero hace cuatro años que no viaja a su provincia. Recuerda paso a paso cómo empezaron sus síntomas hace dos sábados atrás, por la tarde. “Primero tuve fuertes dolores de cabeza, mucha fiebre —entre 38 y medio y 39—, me ponía colorada de tanta temperatura, después sentí un fuerte dolor en todo el cuerpo, en los huesos. Me caía de la debilidad, creía que era una gripe y día a día me sentía peor. Me internaron el miércoles siguiente, me sentía morir. No se lo deseo a nadie”.

Obviamente, no tiene idea cuándo la picó el “famoso” mosquito por el que contrajo dengue. “Una vive rodeada de ellos. Mi marido tiene un quiosquito en casa y acostumbramos a sentarnos en la puerta con espirales, pero por las zanjas y los yuyos”, aclara. Y si bien venía tomando el recaudo de lavar los bebederos de sus tres perros como prevención, reconoció que no se había “embadurnado de repelente” como se alerta epidemiológicamente desde los centros sanitarios. “Lo que pasa —explica— es que uno nunca cree que esto le puede pasar”.

Ayer no sabía cuando le darían el alta, pero suponía que ese ansiado momento se dará hoy. A pesar de todo, se la veía tranquila, conforme con los cuidados del personal médico y, sobre todo, muy agradecida con la comida que le sirvieron al mediodía. “Hoy me dieron pastel de papas y dos hamburguesas al horno, flan y sopa. Todo muy rico”.

Cuando LaCapital se retira, piden permiso para ingresar al cuarto otras personas. No son familiares ni visitas. “Somos evangélicos y venimos a orar por ella”, dice una mujer no sin antes dejar un volante a su paso.
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